Capítulo 2.

Quiero hablaros de Carmen. Pero empezaré por contaros mi experiencia como enfermera en esta pandemia que parece no acabar nunca.
Imaginaros que estáis tan tranquilos en vuestros trabajos, disfrutando o no de lo que hacéis.
Yendo y viniendo por vuestras apasionantes vidas.
Saliendo, quedando con amiguetes, llegando a las tantas de fiesta, viajes para aquí, viajes para allá.
Te encuentras mal y vas al hospital. Siempre la mejor opción es urgencias aunque no estemos en situación de urgencia, verdad? Es lo más rápido. Y nos encanta esperar. Prescripción, farmacia y para casa.
Que suerte que tenemos sanidad pública. Os lo digo con orgullo. No sabemos lo que tenemos!!!
Vamos de compras, para un lado y para otro. Gastando lo que tenemos. No lo necesitamos? ….. da igual, me gusta.
Hoy como fuera. Uff como me gusta salir de restaurantes.
Al gimnasio para ponerte en forma. Siempre activos. Viviendo a tope.
Vamos, lo que va siendo lo más normal del mundo.
Pues ahora imaginad que llega una guerra.
Civilizaciones avanzadas en guerra?
Toca ir al frente. Pero …….. esta guerra es rara. El enemigo es letal, y también invisible.
No todos estamos preparados.
Los no formados…….a casa. Los formados pero no para esto…..al frente.
Defensas?
Pues no se?
Que hace falta.
EPI’s le llaman.
Ahhh vale genial.
Pues a la guerra con epis y estamos salvados.
Ah pero no hay epis.
Y que hacemos?
Pues al frente con lo que podamos.
Pero yo tengo familia también?
Da igual, tú al frente que tu familia se quede en casa.
Y si me traigo al enemigo a casa sin querer?
Pues te aguantas.
Ah y además tú allí, tú allá y tú para el otro lado. Y tu turno ya no lo harás. Ahora vas a estar 12h seguidas de noche.
Tengo otra opción?
No, es lo que hay. Te aguantas.
……..Y así fuimos a la guerra a combatir un enemigo invisible que se llevaba tantas personas como podía. Indiscriminadamente, pero sobretodo personas mayores.
Estábamos preparados?
Pues no.
Nadie estaba preparado para ir a la guerra. Ni siquiera los hospitales tenían espacio para tantos caídos. Iba a decir caídos en combate pero algunos ni llegaron a luchar. El enemigo llegó sin verlo y no pudieron ni protegerse. No tuvieron la opción de decidir si se ponían la mascarilla o era un bulo político. No pudieron decidir si quedarse en casa o quejarse de no poder salir. No pudieron escoger si querían vivir, y se les fue la vida de sus manos y de las nuestras.
Padre, madres, hermanos, abuelos y abuelas, y no tan mayores.
Aquello fue un desastre.
Nos lanzaban a combatir y no éramos soldados. Solo daba tiempo a recoger víctimas.
Tratamientos que no iban bien, complicaciones inesperadas, algo estaba pasando con nuestra salud y se nos iba se las manos. No dábamos abasto ni aquí ni en ninguna parte del mundo.
Fuera días de fiesta, fuera días personales, fuera …….ni pedíamos.
Yo para entonces pertenecía al equipo de hospitalización en domicilio. Seguíamos la actividad normal, por llamarlo de alguna manera, pero era un imprevisto detrás de otro. No se hacía controles de PCR a nadie y nosotros no veíamos donde estaba el enemigo invisible.
Finalmente el servicio se paró y fuimos el equipo al completo a gestionar un hotel para asistir a pacientes con COVID aparentemente estables.
Queríamos muchas cosas para garantizar la seguridad de los pacientes pero no todas eran posibles. Una ambulancia en la puerta? NO
Tengo que decir que finalmente no hizo falta porque teníamos la situación controlada antes de que se complicara para nadie.
Me tocó la noche. La viví con miedo al principio.
Iba a estar yo sola con estudiantes de enfermería y finalmente nos dejaban un médico por la noche. Especialidad de traumatología que para entonces los pobres poco podían hacer en el hospital.
La gente al estar confinada, no se caía, ni se fracturaban huesos ni tampoco había accidentes de tráfico o de cualquier otro tipo. Algo bueno que obtuvimos en aquella época.
Fue una experiencia rara, difícil y muy enriquecedora. Tuve un equipo de seis valientes personas que sin acabar la carrera se apuntaron de voluntarios a ayudar. No pude estar mejor acompañada.
Entre largas noches conocías personas con tristes historias. Algunos habían perdido a su pareja sin poderla despedir. Uno en la uci y el otro en el El hotel. Tan solo alguno salía para despedirse para volver de nuevo al hotel.
Y ahí encerrados en sus habitaciones, pasando malestar, fiebre, náuseas, diarreas, ansiedad, insomnio, y muchos otros síntomas más, esperaban el resultado negativo para volver a casa. O los 15 días de aislamiento.
Fue triste no poder abrazar, no poder mostrarles una sonrisa o acompañarlos tanto como necesitaban. Pero poco sabíamos del enemigo. Solo que se llevaba muchas víctimas. En todas partes del mundo.
La primera vez que nos cambiaron la mascarilla de protección casi hacemos una fiesta. Pero es que no había para ofrecer. La primera me la dieron dejando mi nombre y apellidos. Pero se hacía lo que se podía. Y yo tuve suerte de no estar en planta.
Y ahí, en el hotel, tras largas noches, volviendo a casa con las calles vacías, con toda la familia en casa, intentaba dormir para poder volver a las siguientes 12h. Era un descontrol de horarios. Pero yo tuve suerte que en casa me ayudaron mucho.
Pasaron los días y nadie aparentemente enfermo en casa. Pero no se sabía porque el enemigo era invisible. Invisible para atacar y también en ocasiones para manifestarse. Así que excepto yo que soy enfermera y entré en un estudio de seroprevalencia, mis hijos y familiares aparentemente no se han contagiado. Pero tampoco lo sabemos porque a ellos no se les ha metido en ningún estudio.
Yo no lo he pasado aún. Y digo aún porque siempre tienes la sensación de que todos caeremos al final.
Pasaron las semanas y volvemos a las visitas de pacientes en domicilio. Tener a los pacientes en casa era prioritario. Es y será prioritario para su pronta recuperación.
El hospital brotando positivos por aquí, por allá. Se mantiene controlado, pues que entren los familiares, suben los casos, prohíben visitas, bajan los caso, permiten visitas, y vamos subiendo de nuevo. Cuatro días de puente!! Yujuuuu, nos vamos antes para que no nos pillen. Tercera ola en camino.
Y que nos preocupa?
Nos preocupa que no podemos irnos de fin de semana. Nos preocupa que no podemos tomar cervezita en los bares, que no podemos ir a comer de restaurante, fiestas…..o las fiestas como puede ser que no se puedan hacer fiestas?
No somos conscientes de la situación.
Visitamos pacientes en casa con COVID positivo. Domicilios donde todaaaaaa la familia entera está contagiada. Desde el nieto al abuelo. Confinados todos juntos. Algún hijo se salva y puede dar soporte. O si no el vecino.
Quien acaba con neumonía grave en el hospital?
Pues los mayores. Nuestros mayores. Vuelven a casa con disnea, ahogo, precisan oxígeno domiciliario y están débiles para cualquier esfuerzo. Angustia, ansiedad, miedo, ………. y no podemos abrazaros.
Llegamos totalmente disfrazados, no se nos ve la cara prácticamente. Te ahogas entre la doble mascarilla, las gafas de protección, el gorro del EPI, doble guante, no toques nada, desinfecta todo para el próximo domicilio, embutidos en trajes estrechos que cambiamos cada vez y usamos otro que nos ponemos cada vez que el coche para para ir a otra casa.
Y ahí en la calle rodeados de extrañas miradas, esos que aplaudieron en su día ahora nos miran con estrañeza. Algunos nos aplauden y nos animan, pero poco oyes y ves con todo eso puesto. Levantas la mano y sonríes agradeciendo.
Hogares, personas, historias, ……… Carmen, María, Manuel, Vicente, Antonio, Josefa,……vidas.
Es increíble la sensación de gratitud y de esperanza con la que nos ven entrar en casa. La misma que sentimos nosotros. Lágrimas, esfuerzos, llamadas, visitas,….. y cuando sales a la calle……mercadillos, bares llenos de gente sin mascarilla, calles repletas de transeúntes, …..algunos han vuelto a su exigida vida casi normal. Otros no pueden y otros no han podido.
Nosotros en el hospital……sin personal, cambiando turnos, plantas y lo que haga falta. Y vacaciones de navidad para poder descansar con tu familia? No. Este año algunos compañeros no tendrán. Y yo, quizás tenga suerte de tener algún día. Pero vosotros quejaros, reclamar vuestra normalidad, porque nosotros, para que la tengáis, tardaremos más en obtenerla.
Y volviendo a Carmen, …….. Ochentaitantos años de puro amor con la única petición de invitarnos a un café, ( que según ella, haremos nosotros con su cafetera porque aún está débil ) para agradecernos toda la atención.
Podremos cumplir su deseo? Quizás pasemos a verla, y nos tomemos un café sin quitarnos la mascarilla.
Me he alargado hoy así que otro día os hablo de ella.
Buenos días corazones ♥️ y recordad, mascarilla, higiene y distancia social. 🙏
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