Historias de nuestros lectores

Por Cocarutas
Hoy recluido en mi casa del pueblo, en un día lluvioso, aburrido, melancólico, sin otras preocupaciones que gastar el tiempo, no estoy seguro de mi mismo, trataré de contaros una historia, no estoy seguro de encontrar las palabras adecuadas, espero que sepáis interpretar mis reflexiones como un buen gesto, seguro que entenderéis lo que intento explicaros, a veces trato de escribir los momentos, las palabras escritas nunca se borran, es cierto que añoro y encuentro a faltar vuestros abrazos, todo sea por cumplir mis deberes de buen ciudadano, por estas razones os mando un cálido abrazo virtual, aunque me encuentre lejos y encerrado, siempre os llevo conmigo.
Casi tengo mi paciencia agotada de tanto oír malas noticias, muertos, infectados, gente que ha perdido su empleo, empresas que cierran, gobiernos que no aciertan a contentar a todos, la sanidad a punto del colapso, solo me levanta el ánimo la fuerza de los sanitarios en los que recae toda la crudeza de esta pandemia, seguir en vuestro empeño amigos, para muchos sois lo único positivo en estos días tan convulsos, esto me lleva a recordar un dicho que decía mi abuela, (No vayas de perfecto por la vida, la perfección no existe, eso solo está en tu mente, busca lo más parecido, aprende a ser feliz con lo que consigas).

Bien, ahora os cuento el significado del título de mi historia, mi padre un hombre trabajador, comprometido y responsable, como todos los padres se desvivía por qué no nos faltara un trozo de pan para llevar a la boca, siempre hipotecado para aumentar su patrimonio para que sus hijos tuviéramos un futuro mejor que el suyo, para ello tuvo que echar mano de los buenos amigos que le prestaban dinero, pero tenía una peculiar forma de prevenir imprevistos y que esto sirviera para darle tranquilidad, en casa había tres cajas, no eran cajas fuertes, eran cajas de zapatos recicladas en cajas de ahorros, una era la del negocio, (era el tabernero del pueblo) solo servía para cobrar o compra todo lo relacionado con el mismo, decía que mientras había dinero para comprar lo necesario el negocio era rentable.
La segunda era el dinero que había para los gastos cotidianos de casa, cuando quedaba poco y no sabía cuando se podría reponer, nos juntaba y recomendaba apretarse un punto en el cinturón, para alargar los fondos lo máximo posible, toda la familia, el matrimonio y los tres hijos sabíamos bien el dinero que había disponible en cada momento, cuando salíamos a la feria o a alguna fiesta nunca nos preguntaban si llevábamos dinero, cada uno cogía lo que le parecía, sabiendo que había que gastar lo mínimo, devolviendo lo sobrante, la tercera era una caja con quinientas pesetas, esta no se tocaba, era la caja de los imprevistos, en aquella época, las quinientas pesetas eran más o menos una mensualidad media, era un poco la tranquilidad para sobrevivir sin sobresaltos.
En el año 1965, un año malo para el agricultor, fue un verano muy seco, incluso teníamos que recurrir a recolectar hojas de arboles comestible para mantener los animales, estábamos cebando cuatro cerdos de casi dos años, la idea era vender dos para poner en la caja de los gastos cotidianos, unas dos mil pesetas que casi cubrían los gastos de los productos alimentarios que complementaban los productos que cultivábamos en casa para todo el año, el 28 de noviembre por la mañana aparecieron muertos tres de ellos, la catástrofe se había cebado con nosotros, mi padre, supongo que después de hablarlo con mi madre, nos reunió a todos y nos dijo, “hijos la desgracia entró en nuestra casa “no solo no podremos vender los dos cerdos, solo nos queda uno y este no cubre las necesidades de todo el año, tendré que recurrir a los amigos que nos echen una mano, después de un largo silencio casi sepultural, sacó de la caja de imprevistos las quinientas pesetas, llorando como nunca lo había visto dijo, con las quinientas pesetas compraremos un cerdo pequeño, lo cebaremos durante dos meses y con eso tendremos para comer todo el año, ahora no tendremos el fondo de imprevistos, hay que ponerse en estado de mínimos y que la suerte nos acompañe.
Por suerte a los pocos meses empezaron a construir un pantano en Matalavilla, se fue a trabajar y lo primero que hizo con su primera mensualidad fue reponer las quinientas pesetas en la caja de imprevistos, luego poco a poco la de gastos cotidianos.
Os cuento esto para que no penséis que se acaba el mundo, siempre hay algo que nos libera de la cuerda que nos aprieta el cuello, tampoco intento imponer la receta de las quinientas pesetas, si a alguien se le ocurre pensar en estos días que tenemos tiempo, tal vez le sirva para reorganizar sus finanzas, ahora hay empresas que hace un mes presentaros resultados con cientos de miles de euros de beneficio y hoy están presentando ertes para que paguemos todos, recuerdo una empresa textil, donde trabajé en Sabadell que en temporada baja no había trabajo y los trabajadores pasábamos el día barriendo, nunca despidió a nadie ni dejamos de cobrar, incluso vendió su vivienda en el centro para poder hacer frente a las deudas de los grandes confeccionistas y marcas importantes que no le pagaban, solo le duró dos años más, un día nos dijo, “no queda un duro, vender las máquinas, el stock y todo lo que podáis vender hasta que podamos arreglar los papeles para el paro”.
Si en lugar de vivir al día o mejor dicho, gastando con el dinero virtual que nos ofrece la tarjeta de crédito, (cobramos el día 25 y el 29 nos cargan lo gastado con la tarjeta) y nos quedamos casi a cero, otra vez a vivir del crédito de la tarjeta, una frase que me dijo mi jefe, (no gastes más de lo que ganas, si no quieres acabar en la ruina) si tuviéramos el fondo de imprevistos, podríamos salir de los tropezones que la vida nos pone, sin tantas agonías ni inquietudes, seguro que no es ahora el mejor momento para tomar decisiones, si estas enojado la ira puede cegarte.
La mayoría de los economistas, nos instan a sacar más partido a nuestros dineros y cuanto más consumamos mayor crecimiento, los países más ricos, mejor bienestar y todos felices, pero y sí la solución fuera LA RECETA DE LAS QUINIENTAS PESETAS PARA IMPREVISTOS.
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