Hay días y grandes días

Historias de nuestros lectores

Por Cocarutas

Esta mañana me levanté arrastrando los excesos del fin de semana, me miré al espejo y tenía cara de lunes, lavé la cara con agua fresquita intentando poner en marcha mi adormilado cerebro, algo triste y melancólico, el aburrimiento se apoderó de mí sin saber qué hacer para gastar el largo trecho de la mañana, parecía un buen día, ideal para disfrutarlo cuando se tienen claras las ideas, no estaban mis neuronas dispuestas a discurrir nada, me afeité y volví a lavarme la cara, la monotonía seguía instalada, antes de echar la puerta fuera me senté en el inodoro para poder salir más ligero, sentado sin límite de tiempo, una pequeña luz me dijo que salir al campo siempre ayuda, tomé mi cesto multiusos disfrazado de setero, calcé mis botas de trota bosques, enfunde mi bastón para romper las zarzas que pudieran cruzarse en mi camino, nada más llegar al soto se me aparecían los Xantarelos, todos me parecían pequeños y ni siquiera sacaba la navaja para cortarlos, uno muy hermoso encendió la chispa, seguí recogiendo hasta llenar el cesto y una bolsa más que guardaba en mi bolsillo, normalmente disfruto saliendo al campo, si encuentro setas ya ni te cuento, si son muchas una gozada, comerlas un lujo, de regreso a casa pensaba que comería una setas revueltas con gambas para desengrasar del domingo, al llegar a casa mi mujer me dijo que no, ella tenía otra idea en la cabeza, no le llevé la contraria, al fin y al cabo es ella la que se rompe la cabeza para el menú de cada día.

Pasé por la ducha para quitar el polen del bosque, ya más animado me puse a limpiar mi recolecta, cuando estaba terminando, mi jefa me dijo que preparara la barbacoa que el menú sería carne a la brasa, preparé una buena brasa con todo el cariño que yo pongo en las cosas, trae la carne ordené, la brasa está lista, trajo estos chuletones de reglamento, eran la sorpresa, ahora ya sabéis por que la quiero tanto, siempre sabe cómo levantar mis ánimos, me contó que eran ecológicos, de un ternero de un vecino del pueblo, de raza autóctona y criado libre en el campo, no se contaros lo que sentí, tuve que compensarle, les añadí unas ramitas de tomillo en el fuego para aromatizarlos, solo unas arenas de sal gorda al darles la vuelta le darían el toque, cocinados en su punto por este maestro de la brasa, acompañados de una buena ensalada de mi huerto y un gran Bierzo el súmmum.

Ya en la sobremesa me acordé que yo tenía la foto de ese ternero que siempre me saludaba cuando paseaba por el campo donde pastaba, fui a mi ordenador, busqué la foto, la puse a toda pantalla, le presenté mil escusas, dándole las gracias por servirme de alimento, todavía estaba en estas, cuando llegaron unos amigos a tomar café, les conté la historia, casi me sentí mal por darme cuenta que somos un poco crueles, para disculparme les dije que la naturaleza y el mundo son así de salvajes y que unos seres matan a otros para seguir viviendo y que también nosotros seremos el menú de otras.

Sin darme tiempo a seguir, me entregó esta tarta que traía de Santiago para compartir con nosotros, tuve que sacar el cava y la mejor reserva de mis brebajes para estar a la altura, voy a borrar de mi mente los malos principios, siempre hay un familiar o un amigo que de un simple día hacen para ti un gran día.

Un día se agotará nuestra vida y no habremos compensado, ni siquiera con un abrazo, todo lo que los amigos han hecho por nosotros.

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