
Historias de nuestros lectores
Por Cocarutas
Querido amigo invisible: Hace mucho tiempo que no te escribo, hoy me acordé de ti, supongo que en estos días nostálgicos repasando las cosas del último año, me di cuenta que no te había contado lo poco y a veces no muy satisfactorio que me ha tocado a vivir, sin duda un año difícil, este maldito virus nos ha obligado a prescindir de las charlas con amigos, frente a unos vinos o unas cervezas, un buen momento para ponernos al día de nuestras aventuras viajeras, las satisfacciones que la vida nos va dando, los tropezones que nos enseñan a levantarnos, las cuestas arriba que nos exigen un sobreesfuerzo, pero sobre todo las emociones que antes transmitíamos a través de un abrazo, ni siquiera el consuelo de llorar tus penas con el confort de apoyar tu cabeza en el hombro de un amigo, ya ni siquiera podemos honrar a los muertos, bueno podemos hacerlo con el corazón a través del viento, siempre llevará nuestras plegarias a su destinatario.
Después de todo esto, te cuento un pequeño secreto, solo me atrevo a contártelo a ti, es como desnudar un poco la esencia de mi vida, se que tú lo guardarás a buen recaudo, pero te ayudará a perdonar mis errores y a conocerme mejor, la verdad es que a mí también me sirve para abrir mis recuerdos para que tú puedas aconsejarme, sirviéndome de guía para continuar el tortuoso camino de la vida, ahora que las fuerzas son menos y no puedo hacer rodeos, algo así como un fiel consejero, tal vez algo parecido a mi querida almohada con la que cuento antes de tomar una decisión.

Verás, desde que me casé y fundé una familia, (tal vez inspirado en la experiencia vivida en mi infancia) planté un árbol invisible, donde fui colgando todo lo que ha ido aconteciendo en mi deambular, algo así como una agenda personal, pero reguardada de todo el mundo, de esta forma siempre tendría a mano lo bueno y lo malo, para aprender o para rectificar, este árbol imaginario tomó forma de un enorme castaño que hay en mi pueblo, está en el souto dos Madaloucos, dicen que no hay nada más fuerte que un roble, (yo no conozco ningún roble tan grande, fuerte y milenario como mi castaño) El Amigo, le llamé así porque ya hace cincuenta años cuando cuidábamos el ganado, nos servía de refugio de la lluvia y el viento, cuando no de la nieve, siempre estaba dispuesto a dar cobijo hasta media docena de pastores, en el me sentía seguro.
Bueno el primer proyecto fue reservar las dos primeras ramas para los dos retoños que junto con mi princesa habíamos decidido que sería nuestra colaboración para la supervivencia de la especie, pusimos todo el empeño y amor de que éramos capaces, incluso eligiendo su sexo siguiendo las recomendaciones de un estudio del Clínico, eran los años setenta, cuando casi todo era pecado, incluso la planificación familiar, los métodos anticonceptivos, solo el coitus interruptus se podía usar clandestinamente como otras muchas cosas, siempre que no se enterara la autoridad competente, bueno, nuestro objetivo era criar unos niños fuertes y libres que en el futuro supieran y pudieran sentirse libres y luchar por la libertad, la suerte nos acompañó y obtuvimos el premio a nuestro empeño, el 25 de mayo de 1993 ya habían cambiado un poco las cosas, ese día mi niña cumplía los dieciocho años, para hacer algo simbólico, y darle la libertad prometida le escribí este poema.
Lo titulé, ¡VUELA POLOMITA VUELA!
Eres el deseo de dos padres,
Locamente enamorados.
Que pensaron darte vida,

Nuestros deseos más anhelados.
Con solo nacer tan hermosa,
Ya nos llenaste de alegría.
Orgullo de la familia,
De los vecinos la envidia.
Creciste en el nido de amor,
Iniciando así tú camino.
Amamantando grandes pechos,
Creciendo con el calor del cariño.
Como un jinete trotador,
Cabalgaste en mis rodillas.

Querías llegar al futuro,
Provocando miles de envidias.
Fuiste la primera en la pista
Fuiste la primera en la escuela.
La primera en nuestras vidas,
No hay nadie que te detenga.
Un día has creído que era la hora,
De tomar tú propio camino.

Para formar tu propio hogar,
Dejando nuestro corazón partido.
Si un día deseas tus propios hijos,
Seguro que sabrás criarles.
Y un día tendrás que dejar volar
Igual, que hoy hacemos tus padres
Vuela palomita vuela,
No dejes que nadie te avasalle.
Y si te fallan tus fuerzas,
Cuenta con las de tus padres.
Luego fuimos añadiendo una rama por cada amigo nuevo que hacíamos en alguna de nuestras rutas por este hermoso país, tenía que ser una rama muy fuerte, en ella además de la amistad del nuevo amigo, añadíamos la idiosincrasia del lugar, sus costumbres, cultura, tradiciones, paisajes, olores, gastronomía, algo así como si metiéramos en un pequeño frasco todo lo mejor de ese entorno, nosotros siempre viajamos abiertos a disfrutar de cada cultura, si nosotros amamos la nuestra, es natural que cada uno ame la suya, bonita forma de enriquecerse y de disfrutar allá donde vayas, también enriquecíamos nuestro paladar con los platos de cada zona, de tal forma que cuando volvíamos hablar, sentir, abrazar, conversar, compartir vivencias, incluso discrepar de algunas cosas con ese amigo, el frasco se destapaba y fluía otra vez en nuestras memorias, todo lo vivido con él cuando nos conocimos, solo hablar de ese amigo, surgían los olores del lugar, el ruido de sus calles, el canto de los pájaros, incluso los murmullos de sus habitantes cuando nos veían acampados y hacían comparaciones con ciertos grupos de gente errante con formas de vida peculiares, el caso es que el árbol se ha hecho tan grande y fuerte que solo tengo que imaginar un amigo y ya tengo todo lo que ese amigo aporta a mi vida, mira que a lo largo de mi vida hubo tormentas y vendavales, pero ese árbol sigue creciendo cada día con la misma ilusión cada vez que hago un amigo, es cierto que algunos no aportan casi nada, a veces solo el silencio, en todo el año no tengo noticias suyas, aun así los mantengo en la lista, tal vez son normales o solitarios y no tienen nada relevante que aportar, yo se que están ahí porque la rama de mi árbol sigue viva, alguna vez cuando los encuentro, casi a escondidas y en voz baja me dicen que leen mis historias, gracias amigos, estas en mi árbol y nunca me habéis aportado problemas.
Ya ves amigo, más de una vez pensé sacudir mi árbol con rabia para se cayeran algunos que a veces me sacan de quicio, pero mi árbol es tan fuerte que ni se le mueve una hoja, mucho menos sus fuertes ramas, casi me he quedado anclado en mi generación, ahora la gente se comunica con el móvil, los guasas, los internetes, los chats y miles de inventos modernos que a nosotros se nos atascan cada vez que tocamos un botón de esos aparatos, yo trato de seguir un poco en la onda, intento entender los nuevos tiempos, tengo un poco de caos en mi mente, cada vez un poco más olvidadiza, no acabo de entender que los miles de muertos en esta pandemia nos parezca normal, ¿No crees que esto es la forma de la guerra del futuro? Sin armas pero con miles de muertos, otra es que cada vez los recursos y bienes están en menos manos, cada vez hay algunos ricos más y muchísimos pobres amontonados en la miseria, solo unos cuantos tratamos de cuidar a nuestro entorno, pequeños gestos de unos cuantos que solo el vuelo de un avión por placer echa por tierra todo lo que nosotros aportamos para mejorar la naturaleza, las tierras fértiles que producen nuestro sustento, cada vez más están abandonadas, al tiempo que nos introducen productos sintéticos.
Ya ves amigo, me da miedo el futuro, aquí cada uno se envuelve en su bandera, no le importa pisotear la de los demás, todos exigen sus derechos y niegan los de los otros, se ponen los cascos con su música, la de los demás es solo ruido, no quiero seguir arruinando tu tradicional sosiego, sirva como resumen de mi temor un poema que me recitó un tío mío, cuando me hice mayor de edad, tal vez gracias a él, a veces encuentro la inspiración para describir en verso el mundo que me rodea.
Decía así:
Estaba mi tío muerto,
Metido en el confortable ataúd.
De golpe levantó la tapa y me dijo,
Sobrino mío, este mundo es un gandul.
Aquí cada uno se va a su avío y yo me voy a lo mío,
Cerró la tapa de golpe y se quedó tan tranquilo
Yo me quedé llorando por él, con mi cabeza echa un lio
Menos mal que se abatió la puerta para que no entrara más frio.
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